miércoles, 14 de diciembre de 2011

EUTANASIA…


¿CRIMEN O MUERTE DIGNA?

Nadie tiene derecho a acabar con la vida de una persona, ¿es necesario vivir meses de agonía a causa de padecimientos incurables?, frases como éstas envuelven los debates en torno a la eutanasia.
Etimológicamente, eutanasia significa "muerte dulce" o "sin sufrimiento físico", pero en la práctica se entiende como fallecimiento provocado voluntariamente a una persona que ya no puede soportar los dolores de una enfermedad terminal y que no tiene ninguna esperanza de vida.
Este método puede practicarse de las siguientes formas, siempre a petición del paciente, sin embargo, no existe ningún reglamento que la apruebe:
• Pasiva. Consiste en suspender las medidas mecánicas que mantienen con vida artificial a un paciente, por ejemplo, dejar de administrarle los medicamentos y oxígeno que le permite respirar.

• Activa. Es aquella en la que el médico contribuye a acelerar el deceso del enfermo mediante la aplicación de sustancias que producen tal efecto.
A favor y en contra
Gran porcentaje de pacientes en estado terminal sufren dolor incontrolable o experimentan intolerabilidad hacia su deficiente calidad de vida, por este motivo prefieren dar fin a su existencia lo más pronto posible mediante la práctica de la eutanasia.
Hay quienes consideran que ayudar a morir dignamente a una persona con alguna enfermedad incurable significa, sobre todo, mitigar su sufrimiento evitándole semanas o meses de agonía, ya que se piensa que los seres humanos tienen derecho a una muerte sin dolor y a disponer de su propia vida.
En contraparte, se afirma que vivir es un don que nos proporciona Dios y nadie está legitimado para inducir la muerte de un individuo aunque padezca una enfermedad incurable. Incluso, cristianos y católicos consideran que el sufrimiento puede tener un valor positivo, pues establecen que es posible que sea una oportunidad divina que nos permite purificar nuestro espíritu.
Es necesario tomar en cuenta que en ocasiones la ciencia médica no puede hacer nada para liberar a las personas de padecimientos mortales, y la lucha infructuosa sólo les acarrea más sufrimientos. En estos casos se sugiere aceptar que muchas veces no se puede curar, por lo que es conveniente que la naturaleza siga su curso dejando morir al paciente, proceso al que se conoce con el término ortotanasia.
También suele suceder que los familiares o médicos toman la decisión de mantener con vida al enfermo, aún en contra de su expresa voluntad de morir. Tal vez el punto más difícil de esclarecer tenga que ver con el derecho y la obligación. ¿Quién se adjudica el criterio de decidir sobre la muerte?, ¿será el enfermo, el profesional de la salud o la familia?, ¿hasta qué punto llegan las obligaciones de quienes asisten a las personas cuya muerte es inevitable? Valdría la pena reflexionar al respecto.

El caso del Dr. Muerte
A diferencia de lo que ocurre en ciertas culturas asiáticas, marcadas por el budismo, donde el fallecimiento aparece como una continuación de la vida, en Occidente la muerte representa el fin de la existencia y se le ve con temor.
Por ello, se considera que la decisión más grave que puede tomar un ser humano es poner fin a la vida; en muchas ocasiones se considera un arrebato de irracionalidad, confusión o locura. Pero este no es el caso de un enfermo terminal, quien precisamente por el estado de gravedad extrema y la impotencia física en que se encuentra piensa que tiene razones de sobra para decidir poner fin a su vida. Así lo establece el médico estadounidense de 71 años, Jack Kevorkian, quien ha ayudado a morir aproximadamente a 130 personas que sufrían enfermedades mortales.
Kevorkian siempre se manifestó en favor de la eutanasia y llevó ese apoyo a extremos increíbles; incluso, para ayudar a morir inventó una máscara de gas conectada a una botella de monóxido de carbono y un mecanismo de autoinyección de una droga mortal. En 1991 la Junta Médica de California, en Estados Unidos, anuló su licencia como patólogo.
Luego de cuatro procesos en los que fue absuelto, el médico fue condenado en 1999, pues fue acusado de asesinato en segundo grado y de inyectar una sustancia letal a Thomas Youk, enfermo terminal al que Kevorkian practicó la eutanasia frente a una cámara de video, grabación que se exhibió por televisión.
En dicho material se apreció al paciente sentado en una silla de ruedas, posteriormente el médico le suministró una píldora para dormir, luego un relajante muscular que interrumpió el funcionamiento de sus pulmones y, finalmente, un sedativo más fuerte que detuvo su corazón.
Aunque el acto descrito fue a petición del paciente cuyos familiares estuvieron de acuerdo, no fue considerado un fundamento válido en los tribunales estadounidenses. Aún así, Kevorkian ha declarado que seguiría con su labor pese a las batallas judiciales y a la cárcel.
Holanda, la excepción
Se considera que Holanda es el mejor ejemplo de democracia liberal, pues no sólo muestra apertura hacia las drogas, homosexualismo y prostitución, ahora ha apostado por la práctica de la eutanasia.
El suicidio asistido había sido una opción aceptada hasta cierto punto por el senado holandés, pero era necesaria una revisión al código penal para formalizarla; se estima que los médicos brindaban esta opción a dos de cada tres pacientes que la solicitaban (90% enfermos de cáncer).
Hasta hoy es el único país que ha legalizado la libre práctica de la eutanasia, desde el pasado mes de abril, con el consentimiento de la Real Asociación Médica Holandesa. Cabe destacar que este proceso le llevó a dicho territorio más de 20 años de discusión y presentación de alternativas para regular la muerte asistida.
Las condiciones que fueron aprobadas en relación a la eutanasia estipulan que sólo está permitida en pacientes que padezcan enfermedad que les ocasione sufrimiento irremediable e insoportable, sean concientes de otras alternativas médicas y hayan buscado una segunda opinión profesional.
La solicitud debe realizarse en forma voluntaria, el paciente debe encontrarse en pleno uso de sus facultades mentales y los médicos no pueden sugerirla como opción. Asimismo, los enfermos pueden dejar por escrito su deseo para que, en un futuro en el que no puedan decidir, los profesionales de la salud tomen en cuenta su petición; asimismo, los niños entre 12 y 16 años sólo pueden solicitar muerte auxiliada clínicamente con consentimiento de sus padres.

¿Y en México?
En México no es posible asegurar que no se practica la eutanasia o suicidio asistido, ya sea por las condiciones de gravedad de los pacientes terminales, o bien, porque algunos médicos se sienten con la responsabilidad de efectuarla para mitigar el sufrimiento.
Los estudiosos en la materia consideran que antes de fijar una reglamentación sobre la eutanasia, una sociedad como la mexicana debe asegurar primero los parámetros éticos, morales y religiosos de los profesionales de la medicina.
La postura de grupos religiosos o de corte civil considerados de ultraderecha (como Pro-Vida), establece que existen alternativas que pueden mejorar la calidad de vida de este tipo de pacientes y que deben agotarse todas las posibilidades. Es decir, no reconocen a la eutanasia como método aceptable.
Por último, debe aclararse que cuando un paciente solicita el suicidio asistido tiene que contar con la autonomía y la conciencia moral de su médico y seres queridos, pues no se trata de establecer un reglamento para permitir que la eutanasia se practique a diestra y siniestra.

CUENTA CONMIGO.

2 comentarios:

  1. que dificil es tomar esta desicion, pero a veces es mejor para el enfermo dejarlos partir y aceptar que su muerte es solo fisica por ellos siempre se quedaran con nosotros en nuestros recuerdos y en nuestro corazon y ahi permaneceran mientras no los olvidemos

    ResponderEliminar
  2. BELLISIMO TU AMOROSO COMENTARIO... QUE TE ENCUENTRES ABSOLUTAMENTE BIEN!!!

    ResponderEliminar